Cualquier persona dentro de su más sano juicio diría: ¡¡¡pero que animal tan horrible!!!
¿Horrible desde que punto de vista?
¿Pero que les parece si primero paso a explicar mi cariño a estos lindos animalitos que no tienen la culpa de su mala fama?
Desde muy pequeñita sentí un apego especial hacia estos animalitos por un cuento en particular que mi mamá me contaba al pie de mi cama antes de dormir.
Dentro de este cuento las ratas eran los amigos de la protagonista y de allí nació esa curiosidad particular por ellos.
¿Me considero rara por esto?
Pues no, porque entonces raros también serían los que usan a estos animalitos para sus experimentos (en realidad son malvados)
De aquí voy a relatar algunas anécdotas que al menos en mi caso son muy naturales y normales.
¿Quién no ha encontrado alguna vez en su casa una rata?
Para mi la experiencia fué terrible de niña pues cuando esto ocurrió teniendo 3 años (que recuerdo de manera borrosa) recuerdo que corrí al jardín cuando vivía en la Urb. Elio.
¿Pero porque lo hice?
Pues porque la rata comenzó a chillar dado que mis tíos y mi mamá le estaban dando muerte y yo allí en el jardín me ponía a llorar de cunclillas y tapándome los oídos.
¿Quién no se imagina a una pequeñita asustada porque asesinan a un animalito que no hace más daño que buscar comida y además es un amigo de la protagonista de tu cuento favorito?
Recuerdo bien a mi tío acercándose y diciéndome que no llore y yo no podía evitar seguir haciéndolo.
Si, desde entonces quedé de algún modo marcada por la salvajada que le hacían al pobre animal.
Claro, cualquiera diría que yo para ese tiempo estaba desvariando pero como todavía era chiquita ya de grande seguro lo entendería.
Cuando estaba en sexto grado no sé cómo se metió una rata al salón de clases, ¿Que porque lo digo? Porque el aula era en un segundo piso y aparte de eso los alumnos éramos 45 en total. ¿Bastantes no? Si, hasta pareciera que estoy allí sentada atrás con mi uniforme gris y mi blusa y con una coleta.
Un compañero llamado Ángel dió la voz de alerta de que una rata se encontraba entre nosotros, es decir que con la maestra en total ya éramos 47.
Inmediatamente se dió el aviso y todos se pegaron a la pizarra ¿Y yo?
Pues, yo bien gracias me quedé en mi asiento.
Las chicas y los chicos allí pegados a la pizarra gritaban: ¡Luyo, Luyo, ven acá!
¿Y la rata donde estaba?
Estaba corriendo de una pared a otra asustada detrás mío.
¿Porque no quise levantarme de mi asiento?
Porque no quería que la mataran.
Después de unos minutos apareció un operario de limpieza y a mí prácticamente me jalonearon para que saliese de allí y matar al fin al pobre animal.
Cuando estuve en la puerta del salón me fuí corriendo al primer piso porque no quería oír los chillidos de aquel pequeñito.
Me faltó poco para que se me saliesen las lágrimas y cuando Ángel vió mi cara de tristeza sólo me dijo que tenían que hacerlo y yo me quedé molesta con él ya que por su culpa la pobre rata pago las consecuencias de entrar al salón.
Ya en tercero de secundaria en otro colegio una compañera llevó una rata blanca algo gordita en una caja.
Cómo es lógico creer yo me encariñé con el animalito ¿Y mis demás compañeros? Pues, las chicas estaban asqueadas, en cambio a los chicos les daba igual.
Ya trabajando en una pastelería en una de las sucursales (hablo hace unos 8 años atrás) en San Juan de Lurigancho, una de mis compañeras me avisó que había matado una rata o mejor dicho le había pedido el favor a un vigilante.
Yo quería ahorcar a mi compañera.
-¿Donde está?-le pregunté
-Detrás del congelador-me dijo toda asustada.
Cuando la vi, podía notar su espalda peluda y su cola, luego agarré una bolsa negra y cubrí mi brazo con él.
Arrimé el congelador y vi a la pobre allí inerte pero igual le di unos golpecitos en la espalda por si aún vivía.
Posteriormente la cogí con mis manos cubiertas con bolsas negras y al elevarla su cabecita se arqueó como si estuviese desmayada, fué muy conmovedor.
Si, sentí exactamente lo mismo que años atrás pues las experiencias que a uno la marcan cuando niño no desaparecen con el tiempo.
Contemplé al animal y poco a poco se la acerqué a Nelly para que la viera y cuando ella volteó y la vió dió un grito espeluznante que por un momento creí que la rata resucitaría por su estridente ruido.
Del grito que dió le grité también porque fué exagerada su reacción.
Hace poco nomás trabajando en el Mercado Indio en Miraflores en la tienda algo se movía en el piso y resulta que había sido un pericotito que al parecer había comido veneno y se arrastraba, mi compañera se asustó al verla y palideció aterrada y no lo podía disimular.
Al igual que en lo contado anteriormente cogí con una bolsa al animalito y lo llevé a un parque cercano y lo dejé en el grass.
No pude matarlo porque no sé cómo hacerlo, me imagino que el pobre habrá sufrido porque estaba agonizando.
Mientras lo trasladaba al parque lo observé con su cabecita a un lado y sus ojitos negros pequeñitos y esos bigotitos hermosos que le dan ese aire tipo Stuart Little y ese cuerpecito peludo suave y frágil.
Nada que hacer, estos animalitos tienen la magia de transportarme a mi niñez.
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