Me encuentro en un primer piso esperando que el ascensor suba o baje para que una vez dentro me transporte hacia el piso que deseo ir.
Esperando impaciente, una mujer de unos 30 años se me acerca y me pregunta algo dudosa si el ascensor es seguro y si con toda la seguridad que tengo le juraría que el ascensor no se va a quedar estancado en el camino o en su defecto pudiese desprenderse y caer sin que nadie pueda hacer algo por salvarnos.
Sin evitar echar a reír le digo que justo había leído que Bruce Willis llegó al Perú y que si me permitía lo iba a llamar por teléfono para ver si en caso de una posible tragedia estuviese dispuesto a recurrir en nuestra ayuda.
La mujer iracunda con mi respuesta me dice que soy una inmadura burlona a quien le importa un pepino la sensibilidad de la gente.
-Disculpe, no fué mi intención ofenderla y mucho menos burlarme, lo que ocurre es que en realidad ningún ascensor es seguro y eso se lo digo por experiencia, ya que es lo mismo salir a la calle y de pronto un loco se suba a la vereda por dónde transitamos y nos arrolle.
Nadie está seguro en donde se encuentre, tan simple como eso.-
Lo único que si le puedo asegurar es que si sube conmigo al menos podrá tener la tranquilidad de saber que alguien se preocupará por UD. porque ya sé que se siente vulnerable a este tipo de transporte.-
La mujer un poco más calmada me mira y se da cuenta que de algún modo tengo razón y sube conmigo.
Esta es una muestra ficticia de algo que pudo haber ocurrido y que sin embargo no sucedió pues lo acabo de mentalizar y plasmar (me encanta imaginar) sin embargo he pasado por circunstancias parecidas.
Nunca he sentido miedo de subir a los ascensores, incluso de pequeñita le pedía a mi mamá subir en él pero ella tenía miedo de hacerlo.
Una vez libre en la calle subía a todos los ascensores posibles pues me gustaba y me gusta mucho esa sensación de elevación en el estómago que uno tiene.
Una vez en San Borja subí en un ascensor hasta el octavo piso y no hubo problema en ello, pero al intentar bajar me quedé dentro sola y el ascensor no se movía, entonces presioné el botón verde pero sentí que nadie se había percatado, esperé unos minutos y nada.
Me decía a mi misma que eso debía de ser una broma y me quedé pensando y no ocurría nada más, luego de eso sonó algo detrás de la puerta y comenzó a abrirse y habia un hombre enternado que entró sin más, la verdad, yo no pude fingir mi cara de asombro y mis ojos como platos y acto seguido salí de allí en el mismo piso ocho ¿Que hice luego?
Bajé rápidamente las escaleras y salí a la calle.
No sé si el hombre también se habrá quedado atorado, si habrá logrado subir o bajar o no sé.
Luego, en Lince subí hasta el piso 14 de unas oficinas, en esta estaba acompañada por un desconocido hombre mayor.
Una vez en el piso 14 se detuvo pero la puerta no se abría y el señor empezó a presionar el botón verde, lo siguiente que hice fué intentar abrir la puerta y ¡oh sorpresa! había una pared de concreto.
El señor y yo nos asustamos y después de eso oímos un ruido detrás y se abrió otra puerta y por allí estaba el camino hacia otras oficinas.
Que tal palta, en realidad tenía una puerta de entrada y otra de salida, obviamente el Señor y yo echamos a reír creyendo lo peor.
Otra experiencia la tuve estando en el distrito de Santa Beatriz en el edificio de "Seguros el Pacífico".
Éramos muchas personas esperando el ascensor, muchos encorbatados, regios y tizas.
Yo, en jeans y polo con mochila.
En realidad era la única vestida así pero eso no importaba, la chamba era la chamba para ese entonces.
Solo subimos hasta el piso 3 casi llegando al cuatro y se detuvo en seco.
Dos hombres cerca a la puerta tocaron el metal y uno de ellos hizo el ademán de abrirlo lo que hizo que se pueda ver el exterior, solo se podía ver la mitad del otro lado, es decir que solo media puerta daba acceso al exterior.
Una mujer bien vestida a mi lado, regordeta, con falda y tacos de unos 50 años se pegó al fondo del ascensor.
Noté y sentí su nerviosismo, mientras tanto los demás salían del ascensor y hacían el ademán de limpiar sus prendas por el polvo de la pared de concreto y el suelo del piso 4°.
Sin mentir, seríamos entre 9 a 10 personas y al subir la séptima persona llamaron a la Sra. que estaba a mi lado y ella angustiada y nerviosa se negó a subir.
La sujeté del brazo para que no se sintiera sin apoyo pues de alguna manera entendí su miedo.
-¡No voy a subir!- concluyó
Me pidieron que subiera y les dije a los otros que me quedaría con ella y dije además que si podían de algún modo estabilizar el ascensor.
El otro hombre que también estaba a mi lado decidió subir y mientras tanto trabajaron por subir un poco más el ascensor.
Habrá habido una diferencia de 15 a 20 cms. entre la pared de concreto y el cuarto piso, es entonces que sujetando del brazo a la Sra. salí con ella al fin.
Una vez fuera me dió las gracias por la paciencia y por no haberla dejado sola en ese instante.
Fué un momento muy especial para mí el poder ayudar con un granito de arena a aquella señora presa del miedo.
Sinceramente no sé si habrá hombres que tengan miedo de subir a los ascensores pero lo que si sé es que muchas mujeres sienten pánico de subir a éstas.
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