Remallaba al fin mi falda roja y me preguntaba al mismo tiempo cuánto tardaría en aprender este arte tan bonito, pues aunque parece fácil, coser requiere mucha paciencia.
Miraba al par de maniquíes colocados a mi derecha mientras colocaba la pretina y se me ocurrió preguntarle a la profesora:
-¡Creo que voy a comprarme una muñeca!
La profesora miró a los maniquíes y me dijo:
-Hay otras bonitas en Lima.
Me reí y continué:
-Me refiero a una muñeca pequeña estilo Barbie para hacerle su ropita.
-¡Oh, ya veo! si, puede ser.
Recuerdo que de niña no era de tener muñecas pero si tenía una que me gustaba muchísimo, se llamaba Susy y a diferencia de la Barbie tenía un físico no muy parecido al suyo e incluso tenía el cabello castaño rojizo.
Mis amigas de barrio se jactaban mucho de tener a aquella muñeca Barbie pero a mí me gustaba mucho la mía así que no tenía ninguna intención de envidiar a sus rubias muñecas.
A pesar de estar terminando el proceso de mi falda sería interesante hacerle prendas a una muñeca, pero también me doy cuenta que me generaría un tiempo extra, cosa que no sé cómo podría manejar, pero creo que no estaría nada mal aprovechar toda esta situación de encierro que ya parece indefinido, para encontrarle el punto de distracción a este tipo de entretenimiento.
Solo espero poder encontrar una muñeca parecida a la de la foto, pero creo que eso ya sería de por sí pedir demasiado y si por esos casos de la vida es pelirroja pues ¡Que chévere! ya que no solo tendré una versión ficticia de mi misma (por lo del cabello rojizo) sino que también me dará mucho más gusto vestirla para ampliar mi propia creatividad.
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