Visitar Ancash a mediados de año en mi niñez se había convertido en lo más maravilloso que pude haber vivido y es que el paisaje, los animales, los atardeceres y las noches estrelladas no daban paso al stress ni a la preocupación.
Claro que a juzgar por mis tiernos 8, 9 o 10 años no había preocupación alguna en mi vida y entonces toda aquella experiencia me transportaba a inimaginables momentos que calarian muy hondo y no olvidaría jamás.
Una de las cosas que disfruté muchísimo en aquel entonces era cruzar el puente del río Santa Rosa y sinceramente no entiendo hasta ahora como pude no sentir ni un ápice de miedo estando en aquella situación.
Una vez que llegábamos a aquel río teníamos que cruzar por un enorme pedazo de madera grueso que estaba sujeto por varias sogas y una vez subidos en el (al menos 3 personas) un señor al otro lado tiraba de él y nos transportaba por en medio sin ninguna otra protección salvo las sogas que sujetaban aquel pedazo de madera.
Si defensa civil hubiese visto esta escena (que la verdad no creo que haya existido en aquel entonces) hubiese prohibido tajantemente el paso suicida y descerebrado de aquella especie de transporte, pero si soy sincera yo creo que hasta el alcalde de aquel entonces sabía ya de la existencia de este puente.
Cuántas historias nos habían contado de gente que al intentar cruzar aquel río igual que nosotros había muerto al caer de aquel pedazo de madera en el que nos encontrábamos, incluso la hermana de mi tía salvó su vida cuando notó que la madera se desprendió de un lado y para no caer al río cruzó mismo mono aquel puente por las sogas que la sujetaban.
Caminar hacia la casa de doña Rosa en realidad era un verdadero paseo porque a pesar que nadie nos recogía, el paisaje valía la pena el esfuerzo.
La tierra, piedras, campos, casas y hasta subidas semi-empinadas sin un camino aparente eran el perfecto escenario de toda esta caminata que acompañados de un cielo azul celeste y brillo solar nos daban la bienvenida.
Una vez en aquel hogar dulce hogar un perrito nos ladraba muchísimo y a mí que me encantan los animales le tomé cierto cariño, incluso había una gata hermosa con la que tuve una inusual experiencia.
En aquel lugar vivían varios niños que eran primos de mis primos y con los cuales jugábamos e incluso fuimos a la capilla de aquel lugar.
Jamás olvidaré el día en que uno de ellos me invitó a ver un espectáculo que era ir detrás de aquella capilla y observar un precipicio (la verdad no entiendo cómo pude quedarme quieta observando aquello) que a juzgar hoy en dia me dió mucho miedo, ya que no había una barandilla de protección pues lo único de lo que uno se podía sostener era la pared de aquella capilla.
No sé si decir que ser niño es un problema o la curiosidad lo sea pero creo que me moriría de solo imaginar que uno de mis hijos hiciese algo parecido.
No voy a negar que aquel espectáculo era digno de una de las mejores tomas del National Geographic pero sinceramente fué una verdadera imprudencia estar parada en aquel lugar.
Otra de las novedades era la cordillera negra que de día era como un simple cerro oscuro, incluso muchas historias se tejian detrás de él y todas aunque parezca mentira eran espeluznantes.
Al caer la noche aquella cordillera daba un terror frío pues como es lógico pensar no se podía distinguir e incluso parecia que estaba a centímetros de uno.
Pero que diferencia con la cordillera blanca la cual se erguia majestuosa y presumida sobretodo de noche en donde a juego con la luna parecía una doncella saliendo a pasear.
Sinceramente las noches eran magníficas viendo la luna y las estrellas iluminando aquella hermosa cordillera blanca y a modo de anécdota puedo decir que me encantaba observar está escena recostada en el grass al lado de la casa imaginando que tanta belleza fuera realmente gratuita.
Una vez en mi cama y recostada al lado de mi madre sentía que algo se movía dentro de aquella frazada por mis pies, poco a poco lo que estaba dentro subía lentamente hasta mi pecho por lo que decidí averiguar que era lo que se encontraba allí y al descubrirlo me daba con la carita del gatito quien muy gentilmente había decidido acompañarme en aquella noche.
Tengo la costumbre de saludar a todo animalito y este gatito no fué la excepción por lo que mi madre al darse cuenta echó al gato de mi lado tirándole uno de sus zapatos.
Una de las mejores experiencias la vivi cuando nos introducimos por unos hermosos paisajes al lado de una pequeña elevación, en aquel entonces hacia un sol radiante y yo corrí por aquel campo verdoso, mi mamá detrás mío me decía repetidas veces que no me alejara mucho de ella pero mi curiosidad por notar un pequeña fuente de agua hizo que me alejase y al querer avisarle de mi descubrimiento me di con la sorpresa que lloviznaba.
Al acercarme más a mi mamá me di cuenta que la llovizna ya no estaba lo cual me pareció un poco raro y entonces empecé a juguetear y saltar entre una y otra al mismo tiempo que la llamaba para que se acercara a la fuente y entonces llegó a ocurrir que mi madre al observarme jugando elevó su mirada y era que un gran arcoiris se elevaba justo en donde yo me encontraba y sí, yo lo ví allí y aunque todo fué muy rápido mi mamá no sabía que decirme.
Por algún lado he oído que ese momento mágico que viví fué mi segundo de suerte.
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