El Bicentenario de la Independencia del Perú a llegado en un momento en el que no somos tan independientes que digamos pues a decir verdad somos esclavos de un virus y aún estamos lejos de deshacernos de este yugo viral.
José de San Martin, un guapote argentino que aunque nos libró del yugo español por aquel entonces de 1821 dudo mucho que hubiese podido hacer algo frente al coronavirus pero al menos por ese tiempo nos sentimos libres de la viveza de los españoles.
No puedo creer que me exprese como si hubiese estado allí.
Por ejm aún recuerdo aquella ves cuando vendiendo en el mercado indio en Miraflores un hombre español con todo y el acento que los caracteriza me preguntó muy orondo si aún teníamos oro.
Le dije muy escueta y suelta de huesos que no, porque ellos se lo habían llevado todo ¡ja! La cara del tipo medio entre perplejo y en shock no supo que decirme y no me había percatado que me tenía que comprar y al final lo hizo, mmmm... a ver... si, me compró un collar, una pulsera y un par de aretes, recuerdo bien que eran de plata con huayruros y pensándolo bien me imagino que desearía tener mucha suerte por algo pero al final creo que no le ofendió mucho lo que le había soltado sin tapujos.
La pregunta para mí sería:
¿Soy independiente?
Si, por mi propia voluntad y no por la voluntad de los pueblos.
¿Soy libre?
Lo soy y lo seguiré siendo hasta que alguien me demuestre que seguiré siendo libre a su lado.
¿Es agradable ser libre?
Pero por supuesto que sí, ya que no tengo que dar cuentas de mis acciones a nadie, ni levantarme más temprano, ni preocuparme por nadie, puedo salir con quien quiera y cuando quiera, no me tienen que llamar a cada rato y lo más asfixiante creo que es que lo celen a uno como si fuese propiedad privada.
Si duermo con mínimas prendas en verano o muy abrigada en invierno, si resulta que quiero cocinar o a lo mejor estoy en mi momento más terrible no me fastidie nadie, entonces, si, la libertad se disfruta y que mejor que en ocasiones sola y otras con amigas.
Confieso que no me gusta preguntarle a nadie si algo que voy a hacer está bien o está mal ya que para eso tengo mi propio cerebro.
Aunque no tengo 200 años aún me siento tan libre e independiente como mi querido Perú.
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