Yo estaba recién llegadita del cercado de Lima y ahora en Surco y con 23 años viviría en una zona residencial.
Por ese tiempo no contaba con un trabajo y me urgía encontrarlo, por eso conocer personas era indispensable para mí y así poder conseguir al menos un trabajo por recomendación aunque siempre me gustó conseguir empleo por mis propios medios.
Una Sra. de edad al notar mi urgencia de trabajo me pasó la voz con respecto a un trabajo en la Urb. Próceres específicamente en una bodega.
Una mañana me presentó a una Sra. Joven llamada Eva.
-Hola, aquí el trabajo es muy agradable y no es nada pesado por lo que no tendrás ningún problema en aprender rápido-me dijo.
-La verdad no he trabajado en una bodega pero si en una boutique y en una zapatería pero me parece que es igual, total son ventas.
-Si, es casi lo mismo.
Mi entrada habitual era a las 7 am. pues en la bodega también se vendían panes y al llegar vi a Julissa quien presurosa cortaba tajadas de jamonada en una máquina de acero.
-¡Hola! ¿que voy haciendo?-pregunté
Después de despachar a todos los clientes Julissa me empezó a explicar mis quehaceres además de darme los precios de todo lo que en aquella bodega se vendía.
Mientras transcurría el día varios acreedores se hacían presentes y ella me los iba presentando.
Al día siguiente me dejó sola y aunque de todos modos le preguntaba por algunos precios igual ella tenía que salir en ocasiones para ver cómo la estaba pasando y si necesitaba ayuda.
Algo que me sorprendió bastante fué que a pesar de vender huevos en todo el tiempo que la pase allí no rompí ni uno.
Ese día martes conocí al vendedor de la Backus, un hombre de unos 32 años aproximadamente, trigueño, muy amable.
-¡Buenas tardes, vengo a tomar el pedido!
-¡Buenas tardes! Mi nombre es Patricia y apartir de hoy yo seré la encargada de solicitar el pedido.
-¡Mucho gusto! ¿hoy habrá algo que te falte?
-Pues no, hoy no.
-Bien, regresaré el jueves y sólo estos 2 días vendré por acá.
-Ok, lo esperaré anticipadamente con el pedido correspondiente, gracias.
Todos los acreedores eran muy simpáticos, incluso de entre todos había una chica perteneciente a la compañía R.Lindley y que sin duda se hizo mi amiga pues tenía algunos problemitas con su novio.
También había un chico divertido llamado Carlos que se la pasaba coqueteando a las chicas y a mí me hacía gracia sus gestos cuando pasaban chicas bonitas cerca o entraban a la tienda.
Incluso puedo decir que no era mal parecido y recordarlo me hace reír, puedo recordar de él por ejm.que era alto y de buen porte.
Trataba de imaginar con cuántas chicas salía y lo divertido que sería salir con él.
Por ejm. Él llegaba y me veía como si fuese un atún más dentro de aquella bodega y me decía:
-¡Hola!, ¿hoy habrá algo? (Lo que significaba que si quería pedir algo) y cuando entraba una chica me hablaba y miraba a la chica en cuestión embelesado diciendo algo bonito a la fémina y yo no podía disimular la risa que me provocaba su actitud.
Llegado el día jueves entró un chico con la camisa celeste y el logotipo distintivo de la Backus en su bolsillo izquierdo.
Él desde la puerta dijo:
-¡Buenos días, vengo a tomar el pedido!
Yo de puro asombro le pregunté por su compañero:
-¿Y el Sr. que vino el martes?
-¡Él ya no va a venir! me dijo de manera bastante seria y sin mirarme centrando su atención en una especie de móvil en donde tomaba los pedidos.
Enmudecí ante su respuesta y lo miré fijamente porque ese chico en particular era diferente a los demás y porque de algún modo parecía alguien con mucha seguridad en sí mismo y con un orgullo a prueba de balas como yo.
Los segundos en silencio motivaron a que al fin fijara su mirada en mi y así todo serio me dijo:
-Me imagino que no me pedírás nada ¿verdad?
Hasta ahora me pregunto porque le respondí así:
-¡Le haré el pedido al Sr. que vino el martes!-y no dije nada más.
Él no me respondió y se fué más serio de lo que estaba.
Recordar esto me hace gracia de verdad aunque no voy a negar que mi imaginación me lleva hasta aquel instante.
Verónica era una de las chicas guapas de aquella cuadra, siempre vestía regia y elegante y me preguntaba si a lo mejor tuviese un magnífico empleo.
-Hola, dame una tajada de pye de Limón-
Los pyes, budines y la torta de chocolate eran realmente deliciosas pues la señora Eva tenía un Don especial haciendo postres.
Verónica acostumbraba quedarse en la tienda comiendo su pye.
-¡Mmmm..amiga!- me decía con la boca llena- por mi, solo viviría a punta de pye de Limón- y luego se reía (creo que esta parte cualquiera se la puede imaginar)
Sus abrigos de piel eran realmente un lujo pero no le preguntaba en donde trabajaba y pasado un rato un hombre de unos 45 años aproximadamente la llamaba con la mano desde la puerta con una seriedad que no olvidaré.
Cómo veía que su servilleta ya no la usaría le pedía que me lo diera para botarlo a la basura.
-¡Gracias amiga!-me decía rápidamente siguiendo a aquel hombre.
La Sra. Eva me pasó la delicia de menú de aquella tarde y me preguntó:
-¿No vino el de la Backus?
-Vino un joven- le dije
-¿Y le hiciste el pedido?
-Pues no, porque se suponía que vendría el otro señor y además este chico era muy raro.
-A lo mejor han hecho un cambio- se quedó pensando y concluyó: bueno, el martes haces el pedido por favor.
-¡Ojalá que no vuelva!- pensé.
Ya el martes a eso de las 10:00 am se apareció de pronto y sin saludar me dijo:
-¿Me imagino que me harás un gran pedido?-y sonrió.
¡Dios!, este tipo de personas me sacan de mis casillas pero por mi propio bien y el de los clientes respiré hondo y le dije:
-¿Ud. va a venir los martes y jueves?-le pregunté lo más calmada que pude.
-Si, vendré sólo esos 2 días y no me mires así, que no soy tu enemigo, sé que no fué la manera de tratarte o de tomar el pedido pero...-se acercó al mostrador tendiéndome la mano y me dijo:
-Mi nombre es Edgar ¿y el tuyo?
Juro que evocar este momento me hace gracia pues recuerdo perfectamente su mirada y el color de sus ojos.
¿Quién no ha visto los ojos de un León? Pues si, eran lo más parecido a esa tonalidad, realmente bellos.
Desvié mi mirada hacia su mano y la tomé y esa fué la primera vez que lo toqué sintiendo su calidez, fuerza y seguridad.
-¡Mi nombre es Patricia!- le dije al fin.
-¡Mucho gusto Patricia! Espero que de ahora en adelante nos llevemos mejor.
Aún con lo sucedido anteriormente le pregunté:
-¿Y el Sr. que iba a venir?
Si hubiesen estado premiando por la terquedad en ese instante estoy segura que lo hubiese ganado con facilidad, pero como Edgar no le tomó la importancia a mi pregunta me respondió sin titubear:
-A él lo han transferido a provincia y aunque mi ruta realmente era otra me pasaron para acá, ya sabes: ¡Donde manda capitán, no manda marinero!
Nunca le pregunté su edad pero le calculaba entre 26 o 27 años, de piel clara, cabello castaño, ojos increíblemente pardos, mediría un metro setenta a setenta y dos y si, era muy guapo.
Creo que lo que me agradaba de él era su seguridad y no estaba como Carlos coqueteando con las chicas, bueno, al menos no delante de mí.
Más bien era todo lo contrario cuando las chicas lo veían, se lo quedaban mirando y el hacía como si no existieran y a diferencia de Carlos no me veía como un tarro de leche pues me daba perfecta cuenta que su mirada solo era para mí.
-¿Quién es ese chico?-me preguntaba Brenda, una de las tantas vecinas chismosas que existen y que sin duda había llamado su atención.
Yo la verdad ya ni le respondia a esa pregunta.
10:00 am un horario puntual en el que Edgar hacia su aparición por la puerta y con su camisa celeste sin una arruga y unos jeans, me saludaba y preguntaba luego si haría algún pedido.
Él, no era el de los que se iba si no le pedía nada para la bodega pues siempre compraba algo y se quedaba en la tienda comiéndolo.
Hubo ocasiones incluso en las que cuando la tienda se llenaba de gente él se quedaba afuera esperando através de la reja cerrada observando.
Luego que se iba toda la clientela recién entraba y consumía algo y me hacía preguntas.
Un día cuando él ya se iba y se despedía la Sra. Eva lo vió y me preguntó:
-¿Él es el de la Backus?
-Si, ¿Porque?
Con expresión de sorpresa me respondió:
-¡Es muy guapo!
Yo hacía un pequeño gesto con la boca como diciendo: ¿Ah si? ¡No me había dado cuenta!
Carlos era de aquellos tipos confianzudos pues por lo general me decía "mi amor" y estoy segura que así las trataba a todas, incluso una vez tanto Edgar cómo Carlos coincidieron en la tienda:
-Hola mi amor, ¿hay algo para hoy?-me dijo Carlos desde la puerta.
Edgar lo miró serio y entró a la tienda y espero hasta que Carlos se fuera.
-¡No, hoy no hay nada!- le respondía.
Era bastante extraño pues aunque parezca mentira Edgar no me inspiraba confianza y estaba segura que algo escondía pero nunca se lo dije.
Él intentaba sacarme toda la información posible sobre mi, incluso le dije por donde vivía.
Yo no quise ahondar en su vida pues no me parecía correcto ¿Para que? o ¿Porque debía de hacerlo? Yo no estaba interesada en él así como él parecía que lo estaba de mi.
Los días transcurrían y al cabo de 2 meses después de conversar unos minutos me dijo:
-Quiero dejarte esto- me dijo
Era una tarjeta de presentación con sus nombres y apellidos que creo que nunca olvidaré pues resulta que tiene un apellido compuesto, hasta parece sacado de las telenovelas, un apellido tipo alcurnia, muy lindo.
Observando la tarjeta lo puse cerca a un Nescafé y él vió eso por lo que me dijo:
-¿Lo vas a dejar allí?
-Si, le diré a la Sra. que si necesita algo te llame.
Mirándolo me di cuenta que estaba un poco fastidiado pero se controló y sacó otra tarjeta.
-Esta es para ti-me dijo
Lo volví a mirar extrañada.
-Pero es que yo no necesito nada...-le respondí
-Guárdalo, si un día me necesitas llamas a ese teléfono y ¡por favor! no lo vayas a dejar a un lado, ¡guárdalo!.
Fué tan raro ese momento.
Su mirada tenía algo que no podía traducir pero a los hechos me daba cuenta que sus sentimientos estaban tambaleando y creo que aún en ese instante no podía entender muy bien lo que estaba ocurriendo.
Me moví de mi lugar y fuí a buscar mi bolso y en uno de mis bolsillos coloqué su tarjeta.
Al regresar le dije:
-¡Ya lo guardé en mi bolso!-
-Bien, entonces me retiro y sigo con mi trabajo, nos vemos, ¡chao!- me dijo sonriendo.
Cuando salió me cogí la frente con la mano.
¡Pero que rayos fué eso!-pensé
Apartir de allí cada vez que llegaba me ponía muy nerviosa.
Ya era de noche y Verónica llegó de pronto con los ojos manchados de rímel.
-¡Hola amiga!-me dijo.
-Te veo pálida ¿Que tienes?
-¡Dame un pye de Limón!
Por su semblante noté que ella había llorado.
-¿Todo está bien?- le pregunté luego de darle la porción de pye.
-Ay amiga, mi esposo no me entiende.
-¿Tu esposo? ¿Eres casada?
-Si, mi marido dice que yo debo de hacer lo que me pida cuando él lo quiera y que no debo ni quejarme.
-¿Cómo?¿No te entiendo?
-¿Has visto la ropa que traigo puesta?
-Si, es muy bonita.
-Él (su marido) me dice: ¿Que quieres? Te lo compro y yo escojo lo más caro y me lo da así sin titubear y luego cuando llegamos al dpto. me dice que me quite la ropa porque él tiene ganas de estar conmigo y yo le digo que no porque yo no tengo las mismas ganas que él y entonces me saca en cara todo lo que me compra y ya estoy cansada ya.
-¿Y dónde está tu esposo ahora?
-Está con sus hijos-
-El otro día habia un señor que te llamó desde la puerta, ¿no me dirás que es él, verdad?
-Si, él es mi esposo, ¿se vé muy mayor?
-¡Pues si, yo diría que te dobla la edad!
Verónica sonreía como si hubiese bebido licor y por ratos la notaba desencajada y hasta sin ganas de vivir.
-Te juro que cuando estoy con él no siento nada y cuando termina yo me siento como un simple objeto de placer.
Escuchar a Verónica a mis 23 años así, sin una pizca de felicidad fué una de las tantas verdades que ya conocía de muchos hombres y que sin duda solo me confirmaba lo fríos y crueles que pueden ser con las mujeres.
-Me encanta hablar contigo amiga, porque puedo desahogarme sin que me juzgues-me decía.
-Mientras esté aquí puedes desahogarte todo lo que quieras.
Conversaba con Gabriela de la R. Lindley quien como cualquier mujer normal me contaba sobre la convivencia con su enamorado.
-¿Porque los hombres no nos entienden? ¿Es que acaso creen que somos de fierro?
-¿Porque lo dices Gaby?
-Un día te dicen que eres bonita y que eres lo mejor y al siguiente día ya no existes, ¡primero son los amigos!
Me imaginaba la escena que me relataba Gabriela, una especie de Guerra de los sexos en donde un día era de cariñitos y al siguiente me los imaginaba como "RAMBO" a full artillería.
Si, la convivencia en pareja es todo menos un jardín de flores.
Las apariciones de Edgar se volvieron de pronto más tempranas y prácticamente desayunaba conmigo pues yo lo hacía a eso de las 8:00 am.
Ya de eso habían transcurrido siete meses en donde incluso tuvimos algún intercambio de palabras pero no era nada grave pues cuando volvia parecia que nunca hubiese sucedido nada.
Una tarde de viernes había pedido permiso para salir temprano y yo había llevado mi ropa que habría de lucir para un compromiso y como era obvio luciría maquillada.
Así con una blusa roja y pantalones negros me sentía muy bien pues para ser sincera el ROJO me sienta de maravilla.
Mirando por la puerta hizo su aparición Carlos quien al verme puso cara de asombro.
-Patty, ¿eres tú? Pero...¿Que bonita que estás?
No pude evitar reírme y él se acercó al mostrador todo coqueto y me dijo:
-¡Te invito a salir!-
Recordar esta parte me hace mucha gracia porque en ese momento yo ya no era una lata de atún, unos huevos, un Baygon o una cucaracha pues en ese instante me había convertido en lo que a él le gustaba tanto, una chica bonita (bueno, al menos eso fué lo que me dijo)
-¡No Carlos, yo no saldría contigo ni a vainas!- le dije y me eché a reír.
-Bueno amiga, quien te escoja, suertudo será.
Ese Carlos, todo un don Juan ¿Por dónde estará? la verdad no me lo imagino casado pero si con un harem.
Una mañana de jueves Edgar llegó con una bolsa de pan y de plano me dijo:
-Hola Patty, dame 150 grs de jamonada.
Yo estaba un poco extrañada pero lo atendí como si fuese un cliente más.
Al entregarle el embutido empezó a preparar los panes y me dijo:
-¿Me puedes invitar un poco de agua hervida?
Lo seguía mirando extrañada y después continuó:
-No me mires así, vamos a tomar el desayuno juntos y 2 de estos panes son para ti.
-¡Pero es que yo ya tomé Edgar!-
-¡Acompañame por favor!- me suplicó con sus ojos pardos que para ese momento habían cobrado un brillo muy especial.
Me acerqué a la puerta de la cocina y le pedí a la Sra.del servicio que me proveyera una taza con agua caliente y azúcar.
Ante mi petición la Sra. me dijo molesta:
-¿Para que quieres otra taza? ¿Ya no tienes el tuyo?
-Es que no es para mí.
Para ese momento la Sra.vió a Edgar y dijo:
-¿Quién es él? ¿Que quiere?-
Cambiando la tonalidad de su voz dijo:
¡Ah, te está sacando plan!-
-¡Shhhh, cállese y deme el agua!- le dije en voz baja.
Después de ello se echó a reír y continuó:
-Con que rompiendo corazones ¿no?
Después de un momento me dió la taza con agua y azúcar y sólo faltaba echarle el café.
-Pon aquí tu taza Patty- me ordenó.
Lo hice y me di cuenta que su taza no tenía cucharita en cambio la mía si.
-Voy a pedir una cucharita para que muevas tu café o sino lavaré ésta.
-No te preocupes- me dijo, cogió la cucharita y probó de ella un par de veces antes de verterla en su taza.
Entré en shock y yo ya no tenía hambre, intenté tomar mi café pero...me había puesto muy nerviosa.
Estaba intranquila y no estaba segura si mi sangre aún corría por mis venas o me había convertido de pronto en una aparición.
Agarré un trapo para pasarlo por el vidrio del congelador y así se me enfríen un poco los nervios, después de ello una chica entró pidiéndome un pye y me demoré lo más que pude.
Luego de eso noté que Edgar me observaba y yo no volví al mostrador sino que regresé a pasar el trapo nuevamente al congelador.
Fueron unos segundos de silencio en donde me imaginé que Edgar no habría separado la vista de mi espalda y entonces me preguntó:
-Patty...¿Que tengo que hacer para entrar en tu vida?
Para ese momento sentí que algo tan frío como el hielo recorría mi espina dorsal.
No quise darle la cara y no sé si sería por vergüenza o ¿porque?
Pero de una cosa si estaba segura, yo no me sentía atraída por él.
igual tenía que responderle.
-¡Es muy dificil Edgar, por no decir imposible!-
Después de mi respuesta pude al fin mirarlo a los ojos dándome cuenta que lo que le había dicho no fué lo que él esperaba.
Él estaba realmente molesto y se fué con su bolsa de pan vacía, no me dió las gracias por el café ni nada, solo se fué.
En el silencio, al fin me regresó el alma al cuerpo pero obviamente algo había cambiado y estaba dispuesta a que nada enturbiara mi vida o a lo mejor lastimarlo si me seguía viendo.
Al día siguiente viernes hablé con la Sra. Eva pidiéndole que acepte mi renuncia.
-Pero hija, ¿porque te vas?
-¡Pues, porque voy a estudiar!- mentí
Nadie excepto Dios sabe porque renuncié, ni mi mamá lo supo porque ya ni recuerdo lo que a ella le dije en ese tiempo.
Habíamos quedado acordado con la Sra. Eva que trabajaría hasta el lunes de la siguiente semana aunque la verdad yo solo quería trabajar hasta el sábado pero ni modo, todavía tenía que buscar dentro de esa semana a alguien que me sustituyera y por esas cosas de la vida la nueva chica iría el lunes y tenía que indicarle lo que tenía que hacer además de presentarle a algunos acreedores, pero eso sí el martes yo ya no estaría para no ver a Edgar.
El martes y jueves siguiente las cosas no fueron igual, Edgar no entraba a la tienda como lo hacía antes y yo me sentía un poco mal.
Llegado al fin el último día, un lunes le indicaba a Milagros (la nueva chica) sus quehaceres.
Eran las 10:00 am y de pronto Edgar aparece por la puerta.
-¡Hola Patty!- dijo sonriente y me pareció un poco raro .
-Hola Edgar, ¿que haces por aquí un lunes?
-Vine a tomar el pedido.
-Milagros, te presento a Edgar el proveedor de la Backus.
Extrañado aún Edgar le tendió la mano a Milagros y luego desvió su mirada hacia la mía.
-Entonces, ¿ya tienes reemplazo?-me dijo.
-Asi es-
-¿Y cuando pensabas decírmelo?- me replicó.
Para ese momento Milagros nos miraba asustada y extrañada de no saber lo que estaba ocurriendo.
-No tuve tiempo de comentártelo-
-¿Hasta cuándo trabajas?- me dijo visiblemente molesto.
-¡Hasta hoy!-
Miró hacia la calle y luego volviéndose nuevamente hacia mí, me dijo evidenciando aún más su enfado:
-¿O sea que si yo no venía hoy, mañana ya no te veía?¡Tú sí que eres el colmo!
-Igual te ibas a enterar mañana ¿cual es la diferencia?
Ante aquello me miró nuevamente y me extendió la mano y se la tomé.
-¡Te deseo buena suerte!- me dijo
- Igual a ti- le contesté.
Se dió media vuelta y se fué.
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En realidad esta historia no pensaba escribirla bajo ninguna circunstancia pero buscando entre mis cosas para botar a la basura encontré nuevamente este cuaderno en donde la escribí de mi puño y letra.
Yo, había guardado hasta el 2015 la tarjeta que me dió y después que falleció mi mamá reconstruí los hechos de forma escrita con la tarjeta aún conmigo.
Después de escribir la historia rompí la tarjeta y debo decir que a pesar de todo Edgar fué muy especial para mí en el sentido que le veo hoy, transcribirlo através de una historia real.
Así que, aunque en este momento te estoy recordando quiero que sepas que esta historia está dedicada a ti y si algún día nos volvemos a encontrar en el camino te invitaré a que releas lo que hiciste, estoy segura que al igual que a mí te hará mucha gracia.
Si querias entrar en mi vida, esta es una forma de hacerlo.
Te estoy muy agradecida y pienso conservar el escrito original.
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