Caminaba con mi hermano de bajada por San Isidro con rumbo a Miraflores.
Esa tarde no habíamos almorzado pues no teníamos dinero para el menú y aunque teníamos hambre también teníamos sed ya que el calor por ese entonces era sofocante por lo que compramos gaseosas con nuestro pasaje, de allí que estuviesemos caminando.
Me entusiasmaba la idea de llegar a la oficina para dejar los cargos y luego ir a casa para al fin almorzar no importando si ya era de noche, total, mi mamá siempre se las arreglaba para guardarnos comida.
Aún recuerdo el calor en mi piel y el sudor que emanaba de mi rostro por lo que me ponía la gaseosa helada en mis pómulos y en mi frente.
Al llegar al óvalo Gutiérrez no se porqué creí que deberíamos entrar a Wong ya que el cansancio nos tenía agotados pero así y todo fuimos.
No teníamos dinero, por lo que solo veríamos sólo que había dentro y una vez en la puerta una srta. al vernos se nos acercó y me entregó una bolsa un poco gruesa con muchos conos así como los de la foto.
Mi hermano y yo nos sentimos agradecidos pues como comprenderán nos moriamos del hambre y rápidamente salimos de aquel lugar para enrumbarnos de nuevo de camino a la oficina.
Yo comí poco pero ambos lo comimos con mucho agrado a la vez que con agradecimiento pues aunque parezca mentira esa provisión particular fué muy especial y comprendimos que no fué un acto del azar sino más bien una gran bendición oportuna.
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