Lunahuaná es un lugar estupendo para olvidarse de los problemas, el stress e incluso de la tecnología pues este increíble lugar cuenta con lugares que se quedaron detenidos en el tiempo y que obviamente es necesario visitar.
Mi papá me llamó temprano para contarme que este último fin de mes se había aventurado a ir por aquel lugar junto a sus nietos debido a una misa presencial de un primo suyo.
Dentro de todo lo que me contó destacó el precio de los alimentos y la cantidad de gente por esos lares.
De algún modo lamentó haber ido pues había mucha gente pero lo bueno de todo era que debido a aquellas circunstancias un tío que vive allí le ofreció gentilmente una habitación.
Aunque solo pasó una noche allí, el resto del día la pasó bien en compañía de sus inquietos nietos (ya me imagino la escena) pero de algún modo valió la pena pues se sintieron muy a gusto.
Yo traté de imaginarme todas las escenas mientras me hablaba (mi proceso de imaginación es increíble y me gusta) pero me quedé con las ganas de estar por allá.
Como si adivinara lo que estaba pensando, mi papá me confesó que le gustaría que fuésemos juntos como lo habíamos planeado el año pasado y que incluso antes de fin de año dependiendo de las circunstancias debido a esta pandemia si Dios lo permite podríamos estar 2 días allá.
Emocionada como me ocurría cuando niña solo espero que pueda llegar a concretar este pequeño viaje no solo para rememorar algo de lo que se quedó conmigo cuando visitaba aquel lugar sino también para volcar mi experiencia no solo por escrito sino también dar rienda suelta a mi imaginación y posiblemente crear nuevas historias porque... una vez que mi papá se despidió y colgó se me vino a la mente una GRAN IDEA.
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