Pienso que escribir es similar a confesarte, solo que quienes tengan acceso a él sean personas que valgan realmente la pena.
Decir así como así algo muy tuyo o mío es singular, pues no tiene ningún parecido a ninguna otra historia de alguien más.
Creo en resumen, que las anécdotas o historias que cada quien ha tenido en su vida no la ha tenido nadie más y por eso mismo creo de algún modo que no es un pecado confesarte públicamente.
¿Que es lo que pasa cuando escribes?
Pues, cuentas algo muy tuyo, algo que te pasó y en mi caso particular algo que soñé y se hizo realidad (sobre este último punto escribiré más adelante y creo que será muy emocionante, pues es algo muy mío)
En la religión católica es muy habitual confesarte ante un total desconocido y decirle lo que supuestamente has hecho mal, después el susodicho te dice que digas repetidas veces tantos avemarías, padre nuestros y etc, etc, etc.como sea posible para que Dios que ya lo sabe todo te perdone.
Cuando tenía 15 años fué la primera vez que me confesé ante un hombre vestido así como en la foto.
Él era alto y yo un poco temerosa a solas me arrodillé en ese pequeño altillo con el confesor dentro de ese pequeño cuartito y se suponía que este tipo era alguien con una pureza que no tenía nada que ver con su atuendo, total, "hablaba por Dios".
Yo ya había notado que aquel tipazo en aquel momento estaba fastidiado o enojado ¿Es que acaso Sor Anita le había hecho un desplante a aquel hombre misterioso? o ¿Sor Bárbara estaba más buena que el pan pero no le tinkaba ni una? pero vamos...¡La madre Rosita sí que le prestaba mucha atención solo que la pobre tenía más erupciones cutáneas en su rostro que las espinas de su nombre!
Aquel hombre no podía fingir que no estaba en su domingo de gloria sino en su viernes 13.
Él, asi todo seco y hosco me preguntó entonces:
-¿Y bien, que es lo que has hecho?
La pregunta sonó tan rara que yo creí que me diría: ¡Hija, cual es tu preocupación, te escucho!
Que diferente suenan las palabras con cariño y
bondad.
Confieso que yo también soy tosca pero lo soy más cuando me mienten o se portan hipócritamente.
Ante aquel hombre no sabía cómo empezar si sentí que me había echado un balde con agua con grandes cubos de hielo.
Y entonces me salió algo:
-¡He mentido!
¿Que más?- me siguió preguntando
-Pues nada más- le dije
¡Pero qué tipo éste para tosco, Dios!, encima bruto con una chiquilla como yo en ese momento.
-¡¿Eso es todo?!- me dijo extrañado
¿Que más quería que le contara? pensé.
Ya con esa actitud no le iba a contar cualquier cosa que a lo mejor fuera peor que mentir, así que terminé allí.
Lo siguiente que me dijo me dejó en shock:
Te vas a rezar 20 padre nuestro y 20 avemarías.
Me faltó poco para decirle:
¿Eso es todo doctor? ¿Con eso me curaré de la llaga en la lengua?
De milagro mi alma no abandono mi cuerpo porque lo siguiente que hice no fué ir a arrodillarme a rezar sino salir a la calle furiosa por tan mal trato del bruto en cuestión.
Tomé aire y respiré profundo y después de unos minutos regresé a la iglesia para cumplir con mi penitencia, total, Dios no tenía la culpa de tener gente desamorada y cruel que dirigiera a su rebaño.
Después de rezar no me sentí mejor, más bien, salí decepcionada del cura, del clero, pero no de Dios.
Mi mamá ya me había dicho con bastante antelación que no me confesara nunca a ningún otro humano igual que yo de pecador pues no era ninguna obligación.
Por eso prefiero confesar por acá lo que siento, lo que hago, lo que me pasa, lo que anhelo, lo que me gusta, lo que no soporto e incluso lo que veo con anticipación no teniendo un control sobre él.
Mis confesiones pasarán por aquí cuando quiera y solo se quedarán aquí pues no pienso borrar todo esto que a mí juicio me parecen muy divertidas y me animan mucho, incluso son un ejercicio a mi mente para seguir alimentándola de ideas que incluso a futuro tienen una bonita sorpresa que será un regalo para mí misma, pero sólo si Dios me lo permite, cosa que creo así será.
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