Una de las cosas por las que estoy infinitamente agradecida a Dios es el encontrarme sumida en la paz.
Sé que quizás a veces e estado sumergida en algunas situaciones nada recomendables pero creo que eso justamente ha logrado que pueda valorar aún más la tranquilidad, mi propia tranquilidad.
Desde que mi mamá falleció en el 2015 noté una diferencia en mi misma: ya no tenía el abrazo, el cariño, los golpecitos suaves en la espalda, el ánimo, las palabras con diversos diminutivos con los que mi madre comúnmente me llamaba y hasta las acciones que veía en ella, pero sin duda han logrado que pueda ver reflejado todo esto en otras personas.
No quiero confesar nada desagradable por acá pero parece que de algún modo lo tengo que hacer.
He sentido en muchas ocasiones (através de otras personas) la presencia de grilletes en mis muñecas y en mis tobillos que han hecho que me lastime una y otra vez pero como bien dicen: "no hay mal que dure 100 años"
Reflexionar una, dos, tres y 10 veces en lo mismo te lleva a tomar ciertas decisiones y después de ejecutar el acto se siente una extraña sacudida producto de la liberación de aquellos grilletes imaginarios.
Confieso que todo lo imaginario lo siento real y así ha sido siempre, por lo que el dolor es tan fuerte como si de verdad hubiese sido prisionera.
La liberación aunque parece inmediata no lo es en el acto, pues el proceso de recuperación lleva tiempo pues tal y como ocurre con unos grilletes reales quedan marcas que se tienen que curar lentamente e incluso vendar dependiendo del grado en que se encuentre la zona afectada.
Desde que estoy por acá en Surco he hecho pocas amistades y si lo puedo confesar solo son 3 ya que no quiero meterme en los problemas de nadie.
Hacer una amistad involucra justamente eso y la verdad yo ya no estoy para soportar el ponerme nuevamente otros grilletes pues ya con los que tuve fué suficiente.
Creo que ya he mencionado en innumerables oportunidades lo apropiado de esta pandemia pues sinceramente creo que lo único que extraño es salir a pasear y comprar, nada más.
La paz, mi paz, es más importante por mi propio bien y en estos momentos no lo cambiaría por absolutamente nada.
Me entusiasma la idea de tener y crear mi propio mundo basado en el arte que es lo que realmente llena y refresca mi vida y al mismo tiempo me produce tranquilidad y sosiego.
Poco a poco voy notando que las heridas en mis muñecas y tobillos se van recuperando lentamente, porque sé que el tiempo como bien dicen: lo cura TODO.
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