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Cada quien se crea su infierno

¿Cómo visualizas el infierno?

De pequeña lo ví de manera incierta ya que albergaba ciertas dudas con respecto a aquel lugar de tormento en donde la persona que había cometido pecados así fueran pequeños los pagaba en aquel lugar por toda la eternidad.

Sumado a ello había tenido acceso a un pequeño libro de bolsillo de tapa negra que mi madre adquirió al encontrarse en un convento que ni ella misma sabía dónde quedaba.

Solo me decía que el mar golpeaba muy cerca de donde todas aquellas mujeres estaban recluidas.

Hombres y mujeres vivían juntos en una especie de monasterio no muy cerca a la capital pero la gran diferencia era que mi madre de 11 años estaba allí por una cuestión de custodia legal, en cambio el resto de jóvenes novatas deseaban servir a Dios de manera voluntaria y más adelante teniéndome a mi como oyente de sus experiencias me convertiría en la mejor audiencia de sus historias.

Sinceramente creo que el hecho de oír historias hace que a una persona le encante oír experiencias y anécdotas y de allí esa misma oyente pueda vincularse a historias lo que en definitiva la forzará a escribir.

He comprendido que no hay nada más bonito que vivir las experiencias y escribirlas, pero más bonito es que aparte de oírlas las puedas visualizar en la mente e incluso se tenga ese gran privilegio de estar allí sin estarlo.

¡Por Dios! Espero que la explicación esté clara.

Será mejor que cuente que hacía mi madre en un convento para que después junto a toda la historia llegue hasta el punto del infierno.

No sé porque pero de pronto imaginé una gran fogata frente a mí, ¡ja! Lo que ocurre es que en estos momentos estoy sentada encima de mi cama con una manta polar en mis pies y sí, tengo frío.

Ver desde los ojos de mi madre las escenas que se suscitaron es simplemente fantástico y no puedo más que estar agradecida a Dios por el impacto que cobra en mi mente las historias, incluso, juro que no necesito un libro para visualizar las escenas aunque no negaré que extraño el olor del papel al pasar cada hoja.

11 años en un tribunal, tan pequeña mi mamita y tenía que tomar una decisión: Irse a vivir con una tía lejana o vivir con su hermana carnal.

Todo indicaba que se iría a vivir con su hermana mayor, el gran detalle era que mi mamá no deseaba estar con ella.

Voy a inventar un nombre para mi tía hmm... A ver... hmm... Cornelia (ese no es su nombre pero no puedo pensar en un nombre bonito para mi tía)

Bien, entonces Cornelia con 25 años, casada y con una hija, de buena posición social y económica pretendía que la menor de sus hermanas pasara a formar parte de su familia, pero el detalle estaba en que esa mujer estaba muy lejos de darle a su hermanita lo que se esperaría de una verdadera hermana por lo que mi madre al darse cuenta de ello optó por luchar para que le den la libertad de elección.

Mientras se estudiaba el caso de mi madre pasó inmediatamente a un convento en donde se encontró con cientos de jovencitas devotas que vistiendo atuendos de manera bastante modesta hacían los quehaceres propios de aquel lugar provisto de paredes y techos altos.

Según mi mamá la comida era realmente fea, incluso recuerdo claramente que me contó de un plato de trigo sin sabor, sin mucho color y sin carne (Claro normalmente el trigo no lleva carne) pero dentro de los detalles que me contaba era que ver ese platillo le daba náuseas y se ponía a llorar delante de aquel plato.

Personalmente a mí no me gusta el trigo pues fué tanta la huella imaginaria que tuve de niña con aquella historia, que hasta pareciera que quién estuvo frente a ese plato hubiese sido yo en aquel tiempo de mi madre frente a todas las jovencitas en aquella mesa larga sin mantel.

Un dato interesante de esta experiencia la noté mucho en mi mamá pues cuando ella hacia el trigo siempre le añadía carne (imagino que por aquella experiencia vivída)

Al verla llorar, las jovencitas se acercaban a mi madre para consolarla y de paso dar aviso a la madre superiora.

Mi madre aún con lágrimas en los ojos pasó de aquella habitación sin color a otra con varias mujeres regordetas vestidas con túnicas negras y algo de blanco, incluso la mesa tenía un hermoso mantel y los platos eran grandes, uno encima de otro y con platillos deliciosos en donde se podían visualizar carnes, frutas y vino.

Los cubiertos de plata reflejaban la gran diferencia entre las madres de aquel lugar a las de las jóvenes novicias.

Según mi madre, la carne de aquel asado era suavecita y deliciosa, incluso no se comparaba a alguna comida que hubiese provado antes.

En el tribunal mi madre tomó la decisión más inteligente que fué irse a vivir con su tía lejana y su hermana enfurecida solo la tachó de chiquilla caprichosa a lo que mi madre lejos de agachar la cabeza así con sus 11 años le dijo:

-¡No quiero ir contigo, porque no te conozco!

-¡Soy tu hermana!-le gritó

-Ahora soy tu hermana y ¿antes que? ¡Solo quieres que vaya contigo porque te conviene! ¿Crees que no sé que solo te serviré como empleada?-le respondía sin ningún tipo de miedo.

A su hermana le faltó poco para abofetearla o al menos eso fué lo que mi mamá intuyó que quería hacer la tal Cornelia.

Cuando noto la respuesta de mi mamá me doy cuenta que me parezco mucho a ella pues a lo largo de mi vida he tenido que responder a diversas situaciones y no puedo evitar que me haga mucha gracia.

Una vez fuera de aquel convento le regalaron el librito negro que hice mención al principio de este relato y una vez que aprendí a leer empecé a notar la condena que se daba a los pecadores, sea grande o pequeño el delito igual la condena se daba.

Transformaciones horribles se daban a los mentirosos, a los que engañaban a sus cónyuges o incluso a los que tenían pensamientos impropios, todo era válido para ser condenado a una eternidad de castigos sin poder hacer nada por remediarlo.

Mi mente pequeñita se llenó de figuras e imágenes que no he podido borrar pero que sé que no son verdaderas y que solo dejó claro que el infierno se lo hace uno mismo.

Cada quien tiene la opción de ser feliz o no y nadie más que uno mismo puede tener esa capacidad increíble, pero existe un dato adicional para serlo por completo:

Hay más FELICIDAD en DAR que en recibir pues pensar en uno mismo solo demuestra el egoísmo que hace que sus dueños sean realmente infelices.




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