-¿Hola Daisy* como estás?-
-¡Yo estoy bien gracias, te llamaba porque quería pedirte un favor!
La manera en la que Daisy sonaba al otro lado del teléfono era de ansiedad.
-¡Un grupo de amigos iremos a la playa y quería que nos acompañaras!
-¿Y cuando será eso?-
-¡Mañana!-
-¿Tan pronto? ¿Creí que sería el otro fin de semana?
Oí su risa al otro lado y continuó:
-Rubén* irá con nosotras y nos esperará en la parada de buses que va a cañete cerca a la Javier Prado, nos vemos allí a las 8:00 am.-
-Espera Daisy, ¿a que playa iremos?
-Iremos a Asia, allí estarán otros amigos.
La verdad me parecía tan rara esa llamada repentina de Daisy, ¿de cuando acá me invitaba a algún lugar?
Daisy no era de hacer amigas, es más, sabía que le caía quaker a varias de sus supuestas amigas y justamente por eso acepté ir con ella y Rubén.
No me agrada mucho la idea de que una persona no sea aceptada en un grupo de chicos o chicas, pero por otro lado creo que es porque esta persona nada agradable para el resto tiene algo que causa rechazo.
Yo no me hago muchos problemas en ese aspecto en realidad, pues no espero caerle bien al resto, me gusta como soy y si soy aceptada en un grupo o por una sola persona debería ser por como soy en realidad y no fingir ser otra "especie" de persona.
He notado que hay personas que buscan pegarse a otras buscando amistad y para mí eso no me hace mucha gracia en realidad pues me hace ver a una persona dependiente.
Soy muy afortunada de tener amigas aunque no confío en un 100% pues creo que hay cosas que no se pueden confiar, es más, tengo una que otra amiga que ha luchado por convertirse en ello, en realidad, todo un logro de su parte.
Me considero una persona difícil de convencer en cualquier aspecto, pero cuando existe una razón válida puede ser que pueda reconsiderarlo.
-¡Patty!- me llamaba Daisy a unos metros cerca al paradero.
Subimos corriendo al bus que nos llevaría rumbo al km.102 de la panamericana sur.
-¿Porque no llamas a alguien del grupo para saber dónde están?- le dije rápidamente a Daisy
-¡Es que me dijeron que era por aquí!
Cuando alguien me responde con dudas siento que el aire se vuelve sólido en mi garganta no dejándome respirar, lo que significa que me estoy enojando.
Me revientan las dudas, o es sí o es no, no hay más.
Intenté respirar y me cogí la nariz con los dedos para intentar inhalar aire.
-¿No sabes dónde es?-le dije al fin.
-¿Hola Mario*, por dónde están? ¡Ah ya, ok!-le oí decir por el celular.
-¿Y bien?-
-¡Mario dice que ya estamos cerca!-
-¡Ok!
Las arenas se sentían tibias al ingresar por mis sandalias.
Busqué a Mario con la mirada para agradecerle lo de la ubicación pero no lo ví.
Vi a varias chicas y chicos conocidos e incluso un par de desconocidos.
Después de los saludos respectivos le pregunté a Daisy por Mario.
-¿Donde está Mario?
-¡Él no vino!.-
-¿Que?-
Mi cara en realidad era de asombro pues ¿como era posible que se hubiese comunicado con alguien que no estaba presente? entonces empecé a entender algo no muy agradable pero ese ya era su problema.
Dentro del grupo estaba Enrique* y por la sonrisita que le lanzaba Daisy me di cuenta que se le caía la baba por él.
Me decía a mi misma si para eso habíamos ido, para que mi amiga buscase a un chico.
Por el hombro de Daisy notaba el fastidio de las otras chicas detrás de ella que lucian diminutos bikinis.
¿Que posibilidades tenía mi amiga de que Enrique le hiciera caso a Daisy? pues en ese instante ninguna, partiendo del hecho de que llegó derrepente sin avisar.
Me moría de calor y le dije a Daisy que me iría al agua.
-¡Me muero de vergüenza de quitarme el polo Patty!- me dijo de pronto.
-¿Ah, si? Pues yo no- le dije cogiendo la parte baja del polo y elevándolo por encima de mi cabeza y una vez fuera me quité los jeans.
-¡Ay Patty!-dijo asustada.
-¡Yo no he venido a ver el mar sino a disfrutar de él!- concluí e ingresé al mar importándome un pito su miedo o lo que fuera.
Cuando regresé después del chapuzón Daisy seguía con el pantalón puesto.
-¿Has visto a las chicas que están en bikini?-le pregunté-¿al menos lo tuyo es un enterizo?- finalicé. Aún debajo de la sombrilla las chicas detrás nos llamaron para jugar vóley y Daisy se acercó a ellas pero yo no, pues no quería, no me gusta jugar vóley en la arena.
Me tendí en la arena bajo aquella sombrilla mirando al mar y a las gaviotas, pues me parecía tan hermoso.
Sentí la calma aún oyendo al mar y su color, su aroma, el aire fresco y las gaviotas yendo y viniendo felices.
Para mí observar el mar es tan hermoso, es todo un ritual que no podía perderme por jugar vóley, no, nada que ver.
Hubo un momento incluso en el que hicimos un grupo de 6 en donde todos nos cogíamos de las manos en círculo y nos sumergiamos rápidamente y es allí cuando perdí mi bendita coleta de 20 soles.
Raquel* nos invitó a todos a su casa muy cerca de allí para almorzar.
Aquella casa era de color verde, eso lo recuerdo bien.
Almorzamos el típico arroz con pollo y estaba más o menos pero el hambre es ciego-sordo-mudo así que la lengua y sus papilas gustativas no podían reclamar.
Ya eran las 5 pm y le dije a Daisy que ya me quería retirar, es entonces que Rubén dice de pronto que se quedará, acto seguido Daisy se disculpa diciéndome que ella también lo hará.
¿Que puede suponer una persona que ha ido con otras a un lugar y más aún cuando han confirmado antes de salir en regresar juntos?
En realidad después de aquello no me entró el miedo sino la rabia pues comprendí que les importó un pepino el hecho de regresar sola desde aquel km.102 hasta el km 10 de la panamericana sur. No voy negar que me dijeron que me quedase pero eso era imposible, pues al día siguiente tenía que trabajar y mi hora de ingreso era las 6:00 am.
No le rogué a nadie pero si les dije a aquellos 2 que al menos me acompañasen al paradero.
Una vez en él les dije a los dos lo que no les mencioné en la casa con toda la gente y es que eso que estaban haciendo no se le hacía a nadie.
Veía pasar los buses interprovinciales rumbo a Lima a toda velocidad sin la intención de detenerse.
El lugar donde nos encontrábamos no era un paradero sino más bien un grifo y así esperando transcurrieron 15 minutos.
Domingo 5:30 pm y nada de nada, los buses pasaban y mis supuestos amigos no sentían ningún remordimiento por dejarme ir sola.
De pronto, de una pequeño combi sale una voz gritando:
-¡Mala, Mala! ¡Llego a Mala!
Corrí e ingresé en aquella pequeña combi con varias personas que al igual que yo también deseaban regresar a Lima.
Me despedí rápido intentando olvidar el incidente pensando en que al fin regresaría a casa.
Aquella combi sólo fué 4 kms más abajo y entró en una calle que la verdad no sé qué nombre tenía.
-¿Donde puedo tomar el bus de regreso a Lima?-pregunté al chófer
-¡Uy, eso va a estar difícil hoy día chica!- me dijo
-¿Porque?
-Aqui sólo hay 2 terminales-
Muy gentilmente aquel chófer me señaló los puntos y ambos estaban abarrotados de gente con largas colas.
-¿Pero, porque no te quedas en un hotel y mañana temprano te vas a casa?
En realidad no era mala la idea pero el problema era mi mamá y sólo me quedó pensar en un posible milagro siendo ya las 6:00 pm.
Una vez en aquel terminal terrestre hice mi cola como todos y mentalmente viendo el tremendo bus que iba a salir en aquel momento mi turno sería el tercer bus por lo que por desgracia según yo saldría por lo menos a las 10 de la noche y eso.
Hice una oración en silencio y como plan B me resigné a quedarme en un hotel y llamar a mi mamá explicándole mi situación.
Pasaron 15 minutos y a lo lejos oigo una voz que por todo aquel ruido alrededor creí que estaba desvariando.
Volteé y de una pequeña combi un hombre gritaba fuerte:
-¡Benavides, voy a Benavides!-
Emocionada a la mitad, le pedí al señor detrás mío que me guardase el sitio para acercarme y preguntar si era cierto lo que oía.
Una vez frente al chófer le dije:
-¿Adónde dice que va?-
-¡A Benavides!-
Yo estaba feliz por lo que acababa de oír pues por fin regresaría a casa siendo más de las 6:30 pm.
Como ya había mencionado me encontraba en el km 98 y faltaba demasiado para estar en Lima por lo que sabía también que estaría tarde en mi casa.
Por toda la panamericana se podían ver los letreros de los kms. que íbamos recorriendo en retrospectiva y así fuí notando que todo iba bien, bueno, al menos.
Oscureció y solo se veían las luces de los buses y autos que circulaban y a lo lejos algunos puntos amarillos iluminaban las casas y al fondo todo era mar.
Km 80 y todo seguía su curso normal, km 70 igual sin novedad, en el km 60 vimos un bus detenido y me pareció un poco raro pero igual seguimos y ya en el km 50 vimos un auto echando humo por la parte delantera.
Me pregunté a mi misma si algo así nos podría ocurrir a nosotros y le pregunté al chofer:
-¿Esto le puede pasar a esta combi verdad?
-¡Si, así es!
En toda aquella oscuridad pensé de pronto en pasar la noche entre todo aquel matorral que había a nuestro lado, total éramos como 15 personas.
En el km 40 sonó algo dentro de la combi y el cobrador abrió una especie de tapa que estaba a mi lado y salió humo.
El chófer lanzó una lisura y mencionó que a lo mejor por el km 30 tendríamos que quedarnos detenidos.
Faltaban 20 km para mi destino y pensé que no podía ser posible que tanto esfuerzo por regresar a casa fuera en vano.
-¡Tenemos que llegar, tenemos que llegar!- pensé
Y así, con todo el chaca-chaca la combi no se detuvo e increíblemente con todo aquel humo llegamos a ver las luces por Lurín y luego Villa el salvador y comprendimos que lo lograríamos.
Una vez en el puente bajé y siendo las 8:30 pm llegué a casa con mi mamá no muy preocupada por cierto, pero a la que no le conté sino hasta después de 2 años como había regresado sola desde aquel km. 102.
*(se ha cambiado el nombre)
,
コメント